Los límites liberan o encarcelan: tú eliges

Ha estado muy de moda hablar de límites. Muchas personas hoy en día opinan que los límites son sanos, que debemos aprender a decir que no, a limitar nuestro espacio, a defender nuestros anhelos y, sobre todo, a evitar que los demás nos manejen a su antojo. 

Personalmente, considero que los límites son necesarios para vivir con autonomía y respeto. Por un lado, coincido con la necesidad de utilizarlos a nuestro favor, pero por otro lado, me pregunto hasta dónde son realmente sanos, ya que he observado y vivido en carne propia que si éstos no se manejan con empatía y consideración hacia los demás, pueden ocasionar más conflictos que beneficios.

¿Te ha pasado a ti?

Probablemente en algún momento de tu vida has sentido la necesidad de decir “no”, y a veces, por no saber cómo hacerlo en el momento adecuado o con el tacto correcto, has generado sin querer, malestar en los demás y en tu propio estómago. Se siente tremendo, lo sé; pero la buena noticia es que siempre podemos revertir ese efecto.

Los límites se diseñan para ayudar y no para estorbar. 

Se convierten en estorbo y no funcionan cuando no son asertivos y generan más malestar que satisfacción.


Así pues, para ser asertivos, requieren tener un propósito definido. Si no se sabe para qué es el límite, indudablemente fracasará o se convertirá en ese estorbo que no queremos. 

Requieren, además, tener cierta flexibilidad, pues si tocan el extremo de la rigidez excesiva, crean muros que impiden la interacción armónica entre las personas. Pueden llegar a ser conflictivos cuando se toman desde el egoísmo, sin empatía hacia las necesidades, valores y creencias de los demás. En extremo, pueden romperse cuando se vuelven cambiantes o incoherentes, generando confusión y desconfianza.

Esto me lleva a pensar que entonces los límites requieren tener su propio límite para ser efectivos.

Hay que ajustarlos cuando no encajan en el bienestar personal, como el tornillo de la chapa de la puerta que se encuentra flojo, e impide que la llave entre para abrirla. Hay que cuestionarlos para asegurar que cumplan un fin y no sean el fin de una relación.


Y en general, hay que crearlos con la debida diligencia, desde el amor y el respeto tanto a uno mismo como a los demás, y no desde la evasión y el miedo, aspectos que seguramente ocasionarían todo el lado negativo del que ya hablamos.

Por lo tanto, querido lector, si en tu vida necesitas poner o reestructurar tus límites, cuestiona antes si estos se encuentran en un equilibrio que te propicie más libertad que encarcelamiento. Aquí te dejo un par de ideas para lograr dicho fin:

Generando límites asertivos

Habla antes de levantar el muro. Si pretendes poner un límite para que otra persona no te ofenda, confirma que efectivamente hay una ofensa, háblalo y establece el acuerdo.

Comunica de forma específica qué necesitas y por qué. Evita ambigüedades y mantén una postura consistente con claridad y coherencia.

Practica decir “no” con asertividad y seguridad, de forma breve, clara y respetuosa, sin gritos y sin enfados.

Distingue entre lo que puede cederse y lo que no. Esto facilita compromisos sin perder valores fundamentales.

Sé empático y escucha activamente la perspectiva de la otra persona. Pregunta, valida emociones y busca soluciones que funcionen para todos.

Actualiza tus límites. Cada límite debe evolucionar conforme cambian las relaciones y los contextos. Si la marea cambia de dirección, el límite también debe hacerlo para evitar nadar a contracorriente.

Recuerda que los límites son una herramienta de libertad personal, que sirven para la autogestión, la autoestima y el cuidado de las relaciones; pero su verdadera fortaleza reside en la forma en que se establecen y dialogan.

Dialoga contigo mismo para conocerte y saber lo que te hace bien, y también dialoga con aquellos a quienes tal vez afecten tus límites, para lograr una coherencia y una construcción sana de acuerdos.

Deseo que elijas límites que, sobre todo, te permitan generar paz contigo mismo. Si tú tienes paz en los límites que te estableces en plena conciencia de ti, indudablemente tendrás paz en cada una de las relaciones que decidas establecer.

Que el límite no te limite a ser plenamente tú. La elección siempre será tuya.

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