Al llegar a casa, tengo dos bestias peludas que siempre bajan a recibirme con todo el amor que una mascota puede expresar.
Maky, el mejor perro del mundo. Una pastor ovejero con el carácter más amigable que puedas imaginar, feliz de haber sido adoptada, aunque ya no fuera cachorrita. Es tan buena que creo que su segundo nombre debería ser Zen.
Y una gatita, la más amorosa del mundo, que día con día se gana mi corazón.
Pero un día, al llegar a casa, Maky simplemente no bajó a saludarme. Fue desconcertante… y doloroso. Ese recibimiento exclusivo al que estoy acostumbrada no llegó.
Entré, dejé las cosas, y fui a buscarla. La encontré plácidamente dormida en su cama.
Comencé a regañarla con ternura, pero molesta, como si no hubiera cumplido sus “obligaciones de perro”. Sin embargo, mientras mi verborrea mental vomitaba palabras por mi boca, un destello de conciencia cruzó mi mente:
¿Cómo es posible que un hecho tan simple me afecte tanto?
Si lo pienso con calma, muchas veces Maky ha estado dormida o jugando en el jardín y no ha bajado de inmediato. Y jamás lo tomé personal. Eso solo podía significar una cosa: algo en mí había cambiado. Y ese algo fue lo que se activó con su ausencia.
¿Qué era?
Descubrí que había tenido un día difícil, de esos que pesan, y llegaba a casa con la ilusión de desconectarme de todo, de sentirme mejor. Lo que realmente anhelaba era alivio inmediato. Pero en el fondo, lo que estaba evitando era tocar con el dolor real.

Y claro, Maky no era la culpable.
Entonces me pregunto, y te pregunto:
¿Cuántas veces en la vida hacemos cosas para evitar sentir dolor?
Vestirte de otra forma para ser aceptado.
Hablar diferente para no ser criticado.
Estudiar algo que no te llama solo para sentirte valioso.
Quedarte en un lugar o con personas que no te nutren, solo por miedo a la soledad.

Cuando descubres la motivación profunda de tu actuar, puedes ver con claridad: el dolor no es un castigo, es un guardián; un guardián que protege el umbral de tu transformación.
Tocar con el dolor implica valentía. Es entrar en un territorio que muchos evitan… pero solo las almas dispuestas a crecer se atreven a cruzarlo.
Si hoy estás atravesando una situación difícil, un dolor interno o un conflicto, haz esto:
🌬 Haz una pausa.
Detente en medio del torbellino de la vida. Respira.
🔎 Obsérvate.
¿Qué está pasando realmente en ti? ¿Qué estás sintiendo debajo de la reacción?
🪞 Descúbrete.
¿Qué está activando esta situación en ti? ¿Qué historia está tocando?
❓ Cuestiónate.
¿Quiero seguir reaccionando desde la evasión del dolor? ¿O prefiero liberarme enfrentándolo, sabiendo que ese dolor es el camino hacia mi verdad y mi transformación?
Desde esa conciencia, puedes elegir. Ejercer tu libre albedrío. Decidir un nuevo rumbo. Y caminar con mayor liviandad.
Recuerda: cada herida es una puerta. Una invitación a descubrir una fuerza interior que solo emerge cuando te atreves a sentir.
Hoy, al reconectar contigo, eliges soltar el peso del pasado y abrir espacio para una vida más auténtica, más libre, más tuya.
🌱 Tu transformación comienza cuando eliges abrazar el dolor… para renacer.

Yo soy Karolina Kasas, y deseo de corazón que cada uno de nosotros pueda ir desmontando, poco a poco, la reja autoimpuesta del dolor emocional… para vivir en una libertad expansiva, profunda y creciente.