Qué significa ser padre (Brújula parental Parte I)

Es complicado intentar expresar de manera correcta una idea, mientras simultáneamente se trata por todos los medios de no herir susceptibilidades del imaginario. Más aún lo es cuando hay pruebas fehacientes de que hablar del modo en que voy a hacerlo, estimado lector, puede ser causa de múltiples acusaciones sexistas.

La palabra “padre” no refiere exclusivamente al sexo masculino, sino que en la décimo segunda acepción de la Real Academia se especifica que corresponde tanto a hombres como a mujeres que han procreado a otro ser humano.

Por lo tanto, cada vez que leas la palabra “padres”, ten presente que refiere a ambos progenitores. Pero, si decides sentirte excluido o agraviado por ello, estás en tu derecho, pero siempre apelaré a la corrección en el uso del lenguaje.

Empecemos, pues.

Hay algo que a muchos padres se les olvida o, mejor dicho, la mayoría de las veces, nunca se les dijo: criar no es moldear, ni corregir, ni regañar, ni programar ni conseguir que los hijos se comporten del modo en que se pretende que lo hagan. Muchas personas consideran que la labor de un padre es decir a sus hijos qué hacer, y reprenderlos cuando no hacen lo que se les dijo. En otras palabras, moldear en un hijo los deseos propios del padre, sin importar los suyos.

El padre cree que tiene derecho de elegir la profesión de su hijo, sus amistades, sus gustos musicales, su orientación sexual, su religión y mucho más, así como de valerse de los medios que estén a su alcance para conseguirlo (llámese amenazas, castigos, violencia…).

La verdad es que una paternidad llevada de este modo está muy lejos de conseguir un resultado favorable. Pero en este punto es necesario establecer una idea de cuál puede ser ese resultado. Aquí está mi propuesta: la generación de hijos emocionalmente saludables. Ya te contaré lo que yo concibo como un individuo emocionalmente saludable, pero, por el momento, te pido un voto de confianza y te invito a que replanteemos juntos la idea de lo que significa criar a un hijo.

Yo creo que es ofrecer un acompañamiento en el desarrollo de su máximo potencial (permíteme enfatizar la palabra SU al hablar del potencial; no es el tuyo ni el que anhelas, es el que ya forma parte de su esencia). ¿Te gusta la idea? Bueno, pero has de saber que, para acompañar de verdad, primero hay que saber acompañarse a uno mismo. 

Porque sí, mucho se habla de la “crianza respetuosa”, de los “límites con amor”, de no usar más la chancla vengadora, de conectar antes de corregir, pero todo eso, para ser genuino, requiere de un adulto emocionalmente saludable que lo ejecute. De lo contrario, no dejarán de ser conductas aprendidas que a veces se recordarán, pero la mayor parte del tiempo se ignorarán.

Entonces, si la consigna es criar hijos emocionalmente saludables, quizás valga la pena preguntar y quién te enseña a ti cómo estar emocionalmente saludable. 

Por eso, antes de preguntarte cómo estás educando a tu hijo, te invito a plantearte las siguientes preguntas:

👉 ¿En qué estado emocional estoy criando?

👉 ¿Soy yo una persona emocionalmente saludable?

Porque Carl Jung decía que los niños son educados por lo que el adulto es y no por lo que dice. Por lo tanto, si aspiras a criar hijos emocionalmente saludables, más vale que procures que primero tú lo seas.

Pero ¿qué significa eso?

No, no es estar feliz todo el tiempo, ni tener todo resuelto, ni aguantarte para nunca explotar.

La salud emocional tiene más que ver con tu capacidad de estar contigo mismo sin evadirte, sin manipular, sin proyectar en los demás lo que no te has atrevido a mirar en ti.

Así que aquí tienes cinco características que yo identifico en las personas que aspiramos a criar. Una persona saludable es una persona:

Plena

Una persona plena no se fragmenta. Es alguien que vive en contacto consigo misma, con sus emociones, pensamientos, sensaciones y necesidades, y que acepta su historia, su cuerpo, su presente y todo su potencial.

No busca afuera lo que se da adentro. Hablando de padres, no usan a sus hijos como parche para su vacío, ni como trofeo para llenar su ego. Una mamá plena no necesita que su hijo sea el mejor para sentir que es una buena madre. Un papá pleno no descarga en su hijo el deseo de que sea el futbolista que a él le hubiera gustado ser.

Un hijo pleno es una persona que se disfruta inmensamente, porque ha alcanzado el tope de desarrollo de todo lo que ya era en potencia.

Libre

La libertad emocional no es hacer lo que te dé la gana. Es actuar a partir de la elección consciente (sí, con “sc”; la palabra “conciente” no existe), y no con la culpa como motor, ni el deber ser, el miedo al qué dirán, ni por la necesidad de aprobación de otros.

Un padre libre no basa la educación en la tradición ciega, con el argumento de “a mí me educaron así y no salí tan mal”. Se cuestiona, se atreve a hacerlo distinto, no se encadena a lo que ya no tiene sentido.

Un hijo libre es una persona que reconoce lo que quiere y sabe que tiene derecho a ir en pos de ello. Es una persona que respeta las ideas ajenas, pero no deja que, si van en contra de las suyas, le afecten.

Responsable

La responsabilidad emocional es saber que lo que sientes no es culpa de los demás. No delegas el poder sobre tu vida a otras personas, aunque sean tus hijos; entiendes que lo que sientes, piensas o eliges te corresponde asumirlo a ti (y los demás harán lo propio).

Es asumir tu historia, tus heridas, tus decisiones… y dejar de culpar a tus hijos por el mal día que tienes. Porque ojo: tus emociones son tuyas. Tu hijo no es responsable de tu enojo, ni de tu tristeza, ni de tu necesidad de control.

Un hijo responsable es una persona que asume, como consecuencia natural del ejercicio de la libertad, las consecuencias que de ahí puedan derivarse, sin culpar a nadie, incluido a ti. 

Independiente

¿Sabes cuántas personas tienen hijos esperando que los hagan sentir amados? O que vivan la vida que ellos no vivieron. O que no se vayan nunca para no sentirse solos.

La independencia emocional es saber que tú eres tu propio sostén, que estar solo no significa estar vacío.

Un padre emocionalmente independiente no necesita que sus hijos sean su bastón emocional.

Un hijo independiente es una persona que se percibe como alguien completo; que se vincula con el resto del mundo por convicción y deseo, y no meramente por necesidad afectiva.

Claro que un padre que no es independiente no puede soportar la idea de que su hijo sí lo sea, porque necesita que lo necesiten.

Con capacidad de respuesta ante el principio de realidad

En español esto significa que no vive en fantasía. Que tiene la madurez para ver el mundo tal como es, y no como quisiera que fuera.

Un padre con capacidad de respuesta sabe que los hijos no siempre serán como él quiere, que crecer duele, que habrá errores, frustraciones y pérdidas, pero no huye de eso. No idealiza ni dramatiza. Acompaña la realidad tal como es, sin adornarla ni castigarla.

Un hijo con capacidad de respuesta es una persona que sabe adaptarse sin perderse, que afronta los límites de la vida (como la pérdida o el conflicto) sin negarlos ni idealizarlos.

Entonces… ¿esto es lo que debo “lograr” antes de tener hijos?

No. Esto es una brújula, no una lista de cotejo.

Nadie llega siendo “perfecto” a la crianza, pero sí puedes trabajar en ti mientras acompañas al otro. Ser padre es también un camino de autoconocimiento, de reparación y de humildad.

Porque, finalmente, los hijos no necesitan padres impecables; necesitan adultos conscientes, que se hagan cargo de sí mismos, que no eduquen a partir de sus heridas, sino de su plenitud, con total integridad.

¿Y qué pasa si no soy ese padre?

No pasa nada. La idea no es que te sientas culpable, sino que te hagas cargo.

La crianza consciente empieza cuando te das cuenta de que tú también necesitas cuidados, escucha, límites y amor.

¿Quieres criar hijos emocionalmente sanos?

Empieza por tratarte como quieres que ellos se traten a sí mismos.

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