En estos días en los que parece que todo el mundo tiene un plan maestro —casi como si fueran villanos de película, pero sin gato persa para acariciar—, la prisa nos invade con agendas llenas de mil cosas por hacer. Sin embargo, vale la pena detenerse un momento y reflexionar: ¿de qué está llena mi agenda? ¿De actos triviales o de verdaderos actos de poder? 

Y no, no me refiero a actos que requieran poderes notariales o habilidades de superhéroe con capa incluida. Hablo de un poder mucho más fuerte: tu poder interno.

Esos actos de poder son los que, literalmente, tienen la fuerza, el empuje y el mando para transformar tu realidad. 


Ahora bien, ¿qué separa un acto trivial de un acto de poder? 

Ya sé lo que estás pensando.

En este punto, tal vez tu mente está diseñando un Vision Board repleto de frases inspiradoras, colores vibrantes, imágenes motivacionales y, por supuesto, un toque de polvo mágico (que ojalá sea biodegradable). O quizás imaginaste un ritual épico con fuego, luces y tal vez un bongó de fondo. Pero no, querido lector, no se trata de eso. 

Entonces, ¿qué demonios es un acto de poder? 

Un acto de poder es, simple y sencillamente, una acción tan cotidiana como la que más, pero transformada por esta fórmula mágica: 


Intención + Estructura = Acto de poder


La intención implica que pongas toda tu capacidad de presencia en lo que estás haciendo. Es decir, estar plenamente ahí, como si fueras el actor principal en la obra de tu propia vida (y créeme, lo eres).

La estructura, por su parte, tiene dos vertientes: interna como externa. La estructura interna te ayuda a convertir estas acciones en hábitos consistentes, mientras que la estructura externa te brinda las herramientas y condiciones para llevarlas a cabo de manera satisfactoria. 

Por ejemplo, imagina que te metes, como cada día, a la ducha, como parte de tu rutina diaria. Pero imagina la diferencia que esta vez, en lugar de que el agua caiga sobre ti mientras piensas en la inmortalidad del cangrejo, como normalmente lo haces, de forma mecánica, comenzando siempre con la misma mano, tallando al final el mismo pie, ahora lo haces con la intención consciente de limpiar tu cuerpo, de dejar que cada gota de agua se lleve las emociones negativas acumuladas, pero también disfrutando cada gota de agua que recorre tu cuerpo, variando la temperatura a tu anotjo...

Ahora imagina repetir esta acción con regularidad, casi como un ritual: misma ducha, pero con resultados totalmente diferentes. 



Pongamos otro ejemplo: salir a pasear con tu perro. Si involucras de forma consciente la intención, incluso los pasos de ambos pueden sincronizarse, como si estuvieran en un baile cuidadosamente coreografiado podemos llamarle, con toda propiedad, perreo.

Pero vayamos más allá: agrega a lo anterior la estructura adecuada y, de pronto, descubrirás que no sólo estás disfrutando del paisaje, sino que también estás ejercitándote, generando oxitocina, recibiendo vitamina D, y mejorando tu estado físico y mental. Todo esto gracias a un paseo que, a primera vista, parecía trivial. 


Entonces, cada día, cada acción, cada momento puede ser una oportunidad para crear un acto de poder.

La pregunta es: ¿estás dispuesto a transformar tus actos cotidianos en algo extraordinario? 



Porque, al final del día, convertir lo ordinario en extraordinario es, en sí mismo, un superpoder. ✨ 


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