
Desde que tengo uso de razón (hace unos cuantos añitos, no muchos), me he preguntado por qué las personas son tan vulnerables a las críticas, por qué se toman las opiniones ajenas como navajas de realidad y se sienten amenazadas ante los juicios de sus amigos o familiares.
De hecho, entrando en confianza, querido lector, yo misma me he llegado a sentir así: vulnerable ante lo que los demás piensan de mí. Creo que mucho se debe a que pasamos la vida tratando de encajar en un mundo que no diseñamos por nuestra propia voluntad, obligados a cumplir con la expectativa que alguien estableció en un tiempo remoto y que no nos fue presentada formalmente.
Cada comentario que alguien emite con respecto a lo “correcto” o “lo que debe ser”, se toma como algo definitorio, aunque moleste, aunque no cuadre con nuestros anhelos.
Me imagino como esa necesidad que se convierte en necedad cuando quiero ponerme unos zapatos que se ven maravillosos por fuera pero que por dentro tuercen los deditos de mis pies, generándome un dolor insoportable que prefiero callar para que nadie se dé cuenta, porque se ven bonitos.

¿No te da curiosidad saber qué hay detrás de eso?
Decía el Dr. Miguel Ruiz en su libro Los cuatro acuerdos —que, por cierto, te recomiendo muchísimo—: “Nada de lo que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos mismos” (Ruiz y Hernández, 1997, p. 34).
Esta frase a mí me dejó perpleja, y ya te vi a ti regresando a leerla de nuevo porque te pasó lo mismo.
Quiere decir que cada vez que una persona da su opinión sobre algo, lo hace desde su propia manera de ver el mundo, desde sus creencias, valores y limitaciones, aspectos que no necesariamente tienen que coincidir con tu propia manera de ver el mundo.
Esto se me hace muy lógico porque somos únicos y diferentes.
Por lo tanto, la opinión ajena vendría siendo eso: ajena.

Pero, a ver, a ver, si es ajena, ¿por qué afecta tanto?
En el mismo libro, el Dr. Miguel Ruiz dice: “Creemos que somos responsables de todo” (Ruiz y Hernández, 1997, p. 34).
¡Bingo! Tal vez esa es una de las razones poderosas por las cuales nos tomamos todo a pecho.
Nos hacemos responsables de lo que otros digan de nosotros, pero se nos olvida que también somos responsables de nuestra propia voz, aquélla que, paradójicamente, dejamos calladita, allá arrinconadita en lo más profundo de nuestro ser, para que no salga y vaya a importunar. Una voz a la que no dejamos salir tal vez porque dudamos de sus comentarios o porque creemos que no tiene voto en el mundo exterior.
¿Será que la propia voz es menos confiable que la voz de los demás?
¿O nos ha hecho falta sentarnos a conversar con ella para saber qué es lo que tiene que decir?
Ya veo un lindo escenario en el que la voz interior, aquélla que realmente importa, porque nace de la persona, se encuentra felizmente con la voz de otras personas, aquélla que no necesariamente debe ser conocedora. Juntas se presentan, hacen las paces y se comparten sin presunción, dándose el beneficio de la duda y despidiéndose amablemente, sin tomarse nada de manera personal.
Si, suena muy bonito, como salido de un cuento y casi imposible de lograr. Se me olvida que por años hemos vivido validando más lo externo y tomándonos todo como algo personal porque así nos educaron.
Aún me encuentro descubriendo ese hilo negro que me ayude a entender por qué las personas son vulnerables ante la opinión ajena. Observo que las personas afectan su vida cuando se apropian de las críticas (las cuales no siempre tienen que ser negativas). Sin embargo, de alguna manera, cuando las toman como verdaderas, no son completamente libres y dependen emocionalmente de la validación.
Seguramente en Semiocurrió me encuentre un próximo curso que me ayude a profundizar en el tema y me libere de esta dependencia emocional.
Mientras tanto, te invito a que juntos nos cuestionemos qué hay detrás de tomarse las cosas tan personales. Qué es lo que realmente a ti te vulnera y los motivos ocultos que están en aquello que configuró tu manera de ser.
Cuéntame si crees que debemos aceptar todos los comentarios como parte de nosotros o si crees que tu voz interna requiere ser más escuchada y menos castigada.
Espero que mi opinión no te afecte en absoluto, pues como diría el cantautor mexicano Armando Manzanero: entre tú y yo no hay nada personal.
Que lo único personal que tengas, sea tu propia voz.

Referencias
Ruiz, M., y Hernández, L. (1997). Los cuatro acuerdos : un libro de sabiduría tolteca. Urano.
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