El mejor maestro vive en ti

“Cuando el alumno está listo, el maestro aparece”.

Ésta es una enseñanza popular atribuida a diferentes tradiciones espirituales y filosóficas, pero no tiene un autor único o confirmado, aunque suele ser vinculada mayormente con Lao-Tse.

Es una de las frases que más me inspiran en la vida, pues me hace recordar que el aprendizaje siempre está ahí para ser adquirido, pero que sólo es visto cuando uno decide voltear a verlo.

Pienso que todo momento es un momento que enseña algo.

Aunque me doy cuenta de que es algo que suele perderse entre las sábanas cotidianas. El ajetreo diario nos hace olvidar la importancia que tiene cada momento que se vive. Incluso cada segundo de vida es único e irrepetible, aunque damos por hecho que carece de importancia por su duración tan limitada. 

Me imagino al tiempo como la gota de agua que se escurre entre los dedos.

Pero ¿qué pasaría si le diéramos a cada segundo, a cada momento vivido, la oportunidad de ser único y, al mismo tiempo, de enseñarnos algo?

Es como cuando un corredor queda en cuarto lugar por sólo un segundo de diferencia, y esa experiencia le enseña a esforzarse más en la próxima carrera. O como el paciente que sufre un paro cardíaco, donde cada segundo que pasa representa un riesgo de perder la vida, y aprende que la vida no está garantizada, lo que lo lleva a bajar el estrés. Incluso, el enamorado que, desde el primer instante en que vio a su amada, quedó flechado en ese segundo que cambió su forma de ver el amor.

A lo mejor a ti te ha pasado, a mí también, pero son momentos únicos que contamos con la palma de la mano. Ese momento nos enseñó algo y aprendimos de él.

Sin embargo, en nuestras manos está la sagrada posibilidad de que esos momentos de enseñanza, se multipliquen.

Así es, todo está en prestarle atención y vivirlo con la firme convicción de que algo nos va a dejar.

Aunque solemos encontrar a los maestros en las aulas, también los encontramos en las situaciones difíciles, en la enfermedad, en la familia, en los amigos, en los compañeros de trabajo, en los jefes, en los vecinos y hasta en la tiendita de la esquina ( ¡Oh, sí! Me hace recordar al señor de la tienda que me enseño a sumar y a restar el cambio cuando era niña. ¡Admiraba a ese señor por su capacidad de ser toda una calculadora andante!). 

Estoy segura querido lector, de que tu vida está llena de maestros que dejaron una huella significativa en tu vida. A algunos los recuerdas con amor y a otros no tanto, pero todos han estado ahí para ayudarte a crecer como persona.

¿Qué aprendiste ayer o la semana pasada? ¿Qué has aprendido en lo que va del año?

Si sólo fueron eventos fugaces que ya no recuerdas, te invito a que te detengas y pongas atención, a partir de hoy, a cada cosa que te suceda. Verás que, sin duda, aportará algo valioso a tu existir, por muy pequeño que sea.

Hoy quiero aprovechar este espacio para agradecer a cada persona y situación que ha sido un maestro en mi vida, incluyendo a aquellos que sin darse cuenta, me aportaron más de lo que se imaginan.


Y deseo incluirte a ti, pues tus valiosos comentarios en este blog de Semiocurrió, aportan al crecimiento de este gran equipo de colegas que creó este espacio con mucho amor para ti.

Reconozco y miro alrededor lo valiosa que es la vida; llena de maestros y aprendices. Y aunque muchos digan que sólo se aprende cuando se está listo, considero que siempre se puede estar listo para aprender algo.

La clave está en la decisión y en reconocer que el maestro siempre ha estado dentro de ti, esperando a que lo descubras y elijas aprender de él. Reconocer al maestro es también reconocer tu propia capacidad para adquirir algo nuevo. Cuando le das un espacio en tu vida, ese maestro vive en ti y te acompaña en tu camino de crecimiento.

Incluso, en los momentos en que creemos que vamos a enseñar algo a alguien, podemos aprender más de lo que enseñamos. Algo que amo cada vez que me paro frente a un escenario a dar un curso y el momento se vuelve único cuando el público comparte su experiencia.

Así que valoremos el tiempo de vida que en sí son experiencias que tienen una función: sacar lo mejor de ti.

Sé tu propio maestro y sé tu propio aprendiz. La vida es un ciclo de dar y recibir. Eres maestro cuando compartes tu conocimiento con alguien más, pero también eres alumno cuando aprendes de otros.


Gracias a ese ciclo, la vida genera un dinamismo donde todo es una lección que está ahí siempre, esperando a que la descubras y la incorpores a tu vida, como el diamante en bruto que espera ser pulido para brillar como un tesoro.

Deseo de corazón que tu vida esté llena de lecciones que te permitan seguir creciendo en esta escuela que llamamos vida.

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