La intención: esa cosa invisible que lo cambia todo

💭 Dicen que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, pero nadie dice nada del infierno que nos armamos cuando malinterpretamos las de los demás.


La intención —con “c”— es una brújula interna. Es la razón real, a veces oculta, por la que hacemos lo que hacemos. No se ve, no se toca, pero se siente… como cuando alguien te dice algo duro pero con cariño, y sabes que no te quiso herir. O cuando alguien te dice frases "agradables" con una sonrisita que huele más a veneno que a paz.

Y no, no se debe confundir con intensión —con "s"—, que es un término más técnico, filosófico, más de diccionario que de corazón. Intensión con “s” es el contenido conceptual de una palabra, lo que incluye, abarca, significa en su esencia lógica. (O sea, no se usa para escribir cartas de amor, pero sí en clase de semántica.)

Lo que mueve no es lo que se ve

Imagina que alguien te prepara un café. El café está medio frío y el pan quemado… pero lo hizo con cariño. ¿Lo agradeces o lo criticas? Ahora imagina lo mismo, pero te lo dio de mala gana, como quien paga una deuda emocional. Mismo café, distinto sabor. Porque la intención es el ingrediente secreto que no se cocina, pero sí se percibe.

La intención es lo que le da sentido a nuestras acciones. Una misma frase, un mismo gesto, puede construir un puente o una muralla, dependiendo de lo que lo impulse.

Piénsalo así: cuando le dices a alguien “eso no te conviene”, puede venir de un lugar amoroso, porque genuinamente te importa su bienestar. Pero si lo dices porque lo que esa persona hace te molesta o te hace sentir incómodo, el mensaje, aunque igual en palabras, lleva otro tono, otra carga. Y quien lo recibe, lo percibe.

Otro ejemplo: imagina que le das un consejo a tu pareja. Si lo haces con la intención de ayudar, de sumar, la persona lo puede tomar como un gesto de cuidado. Pero si lo que te mueve es la necesidad de tener la razón o de cambiarla porque su forma de ser te incomoda… eso ya no es cuidado, es control disfrazado.

Así pasa con todo. A veces nos disfrazamos de honestos cuando en realidad queremos castigar. O de serviciales cuando lo que nos mueve es el miedo a ser rechazados. La intención no miente, aunque la acción parezca buena.

El problema no es lo que hicieron, sino lo que creíste que querían hacerte

Y aquí viene la parte sabrosa: el enredo en el que nos metemos cuando le atribuimos intenciones a los demás sin preguntar. ¿Te ha pasado? Esa escena donde alguien no responde tu mensaje y tú ya armaste toda una novela:

“Seguro está enojado... o ya no le importa... o le valgo madres.”

Tres segundos después, te das cuenta de que se le fue la señal. Fin de la telenovela. 🫠

Sufrimos más por lo que imaginamos que por lo que realmente ocurre. Damos por sentado que sabemos lo que motivó a la otra persona… y casi siempre nos equivocamos. Porque ver una acción no es lo mismo que conocer su intención. Pero no, ahí vamos, mentando madres en silencio porque "seguro lo hizo por joderme". Spoiler: casi nunca lo hizo por joderte. La mayoría anda demasiado ocupada sobreviviendo como para estar planeando cómo herirte con precisión quirúrgica.

Intención propia, sospechas ajenas

Lo interesante es que nos juzgamos a nosotros mismos por nuestras intenciones, pero a los demás los juzgamos por sus acciones.

“Yo no quise lastimarte…”

“¡Pero me lastimaste igual!”

Y aunque eso también es válido, hay algo muy poderoso en prestar atención a lo que nos mueve. No para justificar errores, sino para entendernos mejor. No es lo mismo actuar por miedo, que actuar por amor. No es igual pedir algo porque queremos sumar, que exigirlo porque tememos perder el control. Una misma decisión puede estar basada en paz o en caos.

También es útil recordar que lo que asumimos sobre los otros no siempre es verdad. A veces no hay mala intención, sino torpeza, prisa, o simple falta de conciencia. Antes de lanzarnos a la guerra, podemos preguntarnos si vale la pena indagar lo que realmente pasaba en la cabeza del otro.

En resumen

La intención es la raíz emocional y ética de nuestras acciones.

La intensión es un concepto técnico que no tiene vela en este entierro emocional.

Juzgar sin preguntar genera más drama que una serie de Netflix.

Actuar con intención clara no garantiza resultados perfectos, pero sí puede construir vínculos más honestos.

Suponer la peor intención del otro puede ser un atajo al sufrimiento.

Así que, la próxima vez que algo te saque de onda, antes de engancharte, hazte esta pregunta:

“¿Y si su intención fue diferente a la que yo imaginé?”

Y cuando tú hagas algo, date unos segundos para observar qué estás buscando realmente: ayudar, controlar, complacer, castigar, proteger, conectar…

Porque en este mundo, donde tantas cosas son inciertas, tener claro lo que nos mueve puede marcar toda la diferencia.

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